Ser Un Estudiante Migrante Me Hizo Lo Que Soy Hoy

March 25, 2017 /

Encima: Araceli Beltran (derecha) y su hermana Azucena Beltran (izquierda) vuelven a visitar su antigua escuela primaria, la Escuela Primaria John Kelley en Thermal, California (Imagen: Olivia Rodríguez / Coachella Unincorporated)

Por Olivia Rodriguez

Mientras reflejan sobre sus viajes hasta el norte de california, las hermanas Beltran comparten bonitos recuerdos de la primera vez que acompañaron a su mamá a una lavandería cerca de un campamento de migrantes en Madera, California.

Ellas sonreían mientras me platicaban de cómo su madre se negaba a darles monedas, hasta que ella finalmente se rendía y las hermanas corrían a las máquinas de videojuegos para jugar Pac Man y Mortal Combat.

Alondra Beltran, de 11 años y la cuarta hermana mayor de seis hermanos, sueña con ser cantante algún día. Con risa ella describe los paseos de coche apretados que su familia tomaba hacia el norte de California todos los veranos.

“En los paseos de coche nos hacíamos cosquillas y era chistoso como dormíamos, una en la esquina, una en la otra esquina y una encima de mis piernas,” dijo Beltrán.

La familia Beltrán tiene una historia de migración a través de California desde que su padre llegó a los Estados Unidos de Mejico en 1986. Araceli, de 24 años, y Azucena, de 21 años, se unieron a sus padres trabajando en los campos. Incluso antes de trabajar en el campo, Araceli cuidaba de su hermana menor Azucena.

“No estaba obligada a trabajar en el campo, era una opción que se me daba para poder comprar mis materiales escolares como mi mochila y ropa para la escuela,” dijo Araceli Beltrán. “Sentía que les estaba quitando una carga a [mis padres], ya sabes, como si estuviera ayudando haciendo eso”.

Mientras trabajaban en los campos, Araceli y Azucena esperaban con ansias el tiempo extra que tenían para pasar con sus padres y a la camaradería que levantaba sus energías durante las primeras horas de trabajo.

“Lo que esperaba, además del cheque, era que pudiera escuchar las bromas entre los trabajadores. Llegué a conocerlos en los campos y en cierto sentido me mantuvo conectada a mis raíces,” dijo Azucena Beltrán. “Yo describiría a [mi papá] como un tipo muy serio, pero cuando llegué a trabajar con él y a pasar más tiempo con él, llegué a ver que en realidad es bien chistoso. Vuelve a casa cansado por eso se mira tranquilo, pero tiene una risa contagiosa. “

“Lo que esperaba, además del cheque, era que pudiera escuchar las bromas entre los trabajadores. Llegué a conocerlos en los campos y en cierto sentido me mantuvo conectada a mis raíces,”

Cuando la temporada se terminaba en el Valle Centrall, la familia Beltrán, al igual que otras familias migrantes en California, regresaban a su hogar en el Valle de Coachella a mediados de octubre.

Para ese entonces, las hermanas Beltrán fueron obligadas a comenzar clases aproximadamente un mes y medio después del año escolar del Distrito Escolar del Valle de Coachella.

Las hermanas dicen que es un reto dar prioridad a las académicas mientras viajan con su familia por el estado. Durante el verano, cuando la familia vivía en el Valle Central, las hermanas ni siquiera podían tomar clases de verano porque no había espacio para ellas en las escuelas locales o se esperaba que contribuyeran financieramente a la familia.

“Estás cuidando niños, o si tienes edad suficiente, estás trabajando,” dijo Araceli Beltrán.

Además de comenzar el año escolar tarde, a menudo las hermanas eran colocadas en clases que no necesitaban.

“Nos metían en cualquier clase en la que había espacio, no necesariamente las clases que necesitábamos,” dijo Araceli. “Como estudiante migrante, uno no se siente valorado y ves que tus padres no están siendo valorados y uno si quiere ser reconocido que sí tiene valor.”

Araceli recuerda los tiempos en que personal de su escuela primaria regañaban a  sus padres. Dice que personal de la escuela les decía a sus padres que era su culpa que sus hijos estuvieran atrasados en su trabajo escolar.

“No es que [mis padres] no se preocupen por nuestra educación, es que tienen que migrar como un medio para proveernos,” dijo Araceli. “Algunas personas que trabajan en los campos no tienen otras habilidades, cuando termina la temporada consiguen un trabajo en otra cosa. No es lo mismo para mis padres. Sólo recogen las uvas, tienen que seguir la cosecha de uvas.”

Araceli dice que después de ser colocada en clases innecesarias, ella y sus padres decidieron que en cuanto entrara a la preparatoria regresaría al Valle de Coachella antes de que la cosecha terminará y la escuela comenzará.

“Me quedé con otros miembros de la familia que no emigraron, en su sala o donde hubiera espacio para dos meses hasta que nuestros padres regresaron,” dijo Araceli. “Estábamos separados de nuestros otros hermanos para que pudiéramos asistir a la preparatoria porque estábamos pensando en el futuro. Ese fue un privilegio en nuestra familia porque había otros estudiantes sin familia que pudieran hospedarlos durante dos meses y nosotros sí.”

Araceli se graduó como Valedictorian de Desert Mirage High School en 2011, la primera de su familia en graduarse de la preparatoria. Ahora vive en el Valle de Coachella después de graduarse de UC Berkeley en 2015 con una licenciatura en ciencias en conservación y recursos con énfasis en la agricultura sostenible.

“Siempre me voy a considerar migrante porque eso jugó un papel enorme en la formación de quién soy hoy y cómo hago un proceso de pensamiento, cómo me motivo,” dijo Araceli.

“Siempre me voy a considerar migrante porque eso jugó un papel enorme en la formación de quién soy hoy y cómo hago un proceso de pensamiento, cómo me motivo,”

Ahora los veranos son diferentes, los hermanos menores de Araceli pueden asistir el año escolar completo, pero todavía enfrentan las dificultades emocionales de estar separados de sus familias.

“Convencí a mis padres que los enviaran a la escuela cuando empiece aquí en el Valle de Coachella. Mientras [nuestros padres] trabajan en el Valle Central yo cuido de ellos para que no pierdan en su educación, ” dijo Araceli. “Es una dificultad emocional para ellos porque están chicos y están lejos de mis padres. Ellos lloran a veces, pero están pasando por esto y se enfocan en su educación. Trabajo y me encargo de eso ahora que puedo vivir aquí en el Valle de Coachella, pero si es duro. “

La hermana de Araceli, Azucena, actualmente estudia estudios ambientales en UC Santa Cruz, y continúa trabajando en los campos durante los veranos. Ella recuerda un momento en una de sus clases cuando el profesor preguntó si alguien había trabajado en los campos.

Nadie más alzó la mano sino yo. Y me impactó, en casa hay mucha gente que lo hace también,” dijo Azucena. “Algunos en la clase pensaron, ‘Oh, pobrecita ella tuvo que pasar por eso,’ pero yo les respondo,  ‘Estoy bien. Estoy en la misma universidad en la que estás ahora.’ No necesito eso. Ser campesina no me impidió estar aquí.”

Esta no es la primera vez que Alondra escucha las historias de sus hermanas mayores. Dijo que está deseosa de ir a la universidad algún día.

“Quiero ir a la universidad como mis hermanas para que yo pueda aprender cosas nuevas que usaré en mi futura carrera,” dijo Alondra. “Ser migrante significa mudarse a un nuevo lugar, pero no es culpa de los padres porque sólo tienen que hacer esto para proveernos.”

Sobre el Autor: 

Olivia Rodriguez es ed Thermal, Calif. Ella se gradua de la Universidad UC Berkeley en el 2015 con un titulo en biologia. Uno de sus sitios favoritos en El Este Del Valle de Coachella en el parque de Meca donde la puedes encontrar jugando basketball. Al fin de un dia largo le gusta pasar tiempo en su jardin con su familia tomando una taza de te de jamaica. Vea su página de autor aquí.